CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. OMNIPRESENCIA DE DIOS...
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OMNIPRESENCIA DE DIOS EN LA NAVIDAD(*)

Esta cualidad de Dios debería inclinarnos a la reflexión pues cuanto más estamos atareados en nuestras persecuciones materiales tanto más debería aparecer Dios en nosotros, pues de lo contrario se erige el riesgo de ingresar a una alienante materialidad.
Esta materialidad que inunda nuestros sentidos en Navidad cuando esta rememoración del acontecimiento más importante del mundo solo debería ser una reafirmación de la fe totalmente extraña a los regalos, boato, al alcohol y los excesos, menos acentuar las diferencias económicas entre los humanos. ¿Qué significa reafirmar la fe? Afirmar de nuevo y de forma más categórica sobre todo si nos identificamos como poseedores de una fe adormilada que necesita ser activa en la integridad de nuestra vida consciente para actuar bien de pensamiento y obra frente al prójimo.

Démonos cuenta que la fe es el catalizador de una vida de reflexión constante, profunda y diaria para encontrarnos con Dios pero, ¿Cómo se encuentra a Dios? Fundamentalmente con la fe y pensándolo, citándolo, leyéndolo y consultándole sin temores sobre lo que se debe hacer o dejar de hacer, antes de actuar, y hasta defendiéndolo ante voces adversas, aunque muchas personas se abstienen de defender a Dios por carencia de personalidad para identificarse como individuo de fe, cuando escuchan maldiciones, herejías e imprecaciones.

De esta forma se crea en el ser humano la necesidad de involucrar a Dios con estas acciones y el pensamiento, en todos nuestros actos terrenales y tal calidad de vida reanima nuestra aletargada fe y la acrecienta, debido a que no se puede obtener la paz ni la riqueza espirituales si es que no sabemos inducir con nuestros actos al crecimiento de nuestra fe.

¿Qué se entiende por fe? La fe es en sí un misterio; es un don de Dios, pero un don que recibimos en nuestro interior y los caminos que recorre la fe en nuestro interior son inextricables, empero, existe la certeza cuando se tiene fe como solo algo medido por el sentimiento o por las necesidades humanas está destinado a fortificar el orden social de la vida y la seguridad de mujeres y hombres en lo que respecta al dominio de la tierra y de la naturaleza.

En toda religión es determinante comprender que no existe el ver para creer sino el creer para ver, lo cual es diametralmente diferente tanto en la acepción como en logro espiritual. No se puede encontrar a Dios ni descubrirlo si no se comprende que la fe en la única posibilidad de elevarse a otro ámbito, desaferrándose de la obsesión por las cosas terrenales, aunque es menester aclarar que las cosas materiales deben atenderse pues Dios no sería justo si no nos dejase corresponder a nuestra naturaleza humana, consecuentemente imperfecta, sin embargo, jamás esta necesidad debe sobrepujar lo espiritual y es este preciso punto de inflexión que nos provee equilibrio y ponderación, en nuestras necesidades de supervivencia, como ser vivienda, educación, alimentación, reproducción y abrigo.

La fe significa confiar sin dudas en Dios y denota la convicción religiosa aunque no se apoye en la revelación divina y es una decisión libre y moral de las personas, por el contrario, la incredulidad es la falta de fe en la revelación y también la carencia de toda fe en Dios, siendo más o menos un sinónimo de ateísmo, aunque esa afirmación se relativiza pues todo ser cree en algo, entonces, no hay ateos puros.

Lo importante es reflexionar sobre la indiferencia y el desvío de nuestra obligación de cultivar nuestro espíritu con la manida excusa que estamos ocupados con las exigencias de la vida; esto colisiona e implica culpa cuando se rehúsa la fe a sabiendas del hecho de la revelación o las razones suficientes en favor a la existencia de Dios, entonces, no podemos, ingenuamente aludir el abandono de Dios, cuando vivimos vicisitudes difíciles si no hemos erigido una fe siempre in crescendo y estructurado una comunicación íntima con Dios.

Normalmente, cuando nosotros abandonamos a Dios y suceden desgracias, no sin antes culpar a Dios, no entendiendo que todas las desgracias suceden por el libre albedrio que disponemos y las enfermedades por descuidos, excesos y vicios que se trasmiten. Entonces recurrimos a visitar la iglesia y a encender velas, olvidando que se requiere una actitud creyente, convicción y la confianza inconmovibles por la duda, firmes e intensamente penetradas de sentimiento, con que alguien se adhiere con fe, fervor y continuidad a la persona o cosa que cree; imaginemos entonces que esa persona es Dios.

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(*) Dr. Mg. Raúl Pino-Ichazo Terrazas, es abogado, posgrados: Filosofia y Ciencia Política, en Interculturalidad y Educación Superior, Arbitraje y Conciliación, Alta Gerencia para abogados, Docencia en Educación Superior, doctor honoris causa, docente, escritor.